En Viña Peumayen, el invierno es una estación silenciosa pero poderosa. Las olas de frío que recorren nuestros viñedos no solo pintan la mañana de escarcha: también marcan una etapa vital en el ciclo del cultivo. La vid entra en letargo, descansando profundamente para reunir la energía que luego se traducirá en racimos intensos y llenos de carácter.
Este descanso invernal no es una pausa cualquiera. El frío ayuda a sanear la tierra, a eliminar naturalmente plagas y enfermedades, y a equilibrar los tiempos del viñedo sin necesidad de intervenciones artificiales. Es parte de la esencia de nuestra producción artesanal: respetar los ritmos de la naturaleza para ofrecer vinos auténticos, honestos y con identidad.
Y mientras los viñedos duermen, en nuestras casas buscamos abrigo. En medio del frío, una copa de vino tinto no solo calienta las manos: reconforta el cuerpo y el alma. No es casual que el vino haya acompañado a la humanidad durante siglos, especialmente en los meses más duros.
¿Por qué el vino tinto es tan buen compañero del invierno?
- Activa la circulación
El vino tinto contiene polifenoles, especialmente resveratrol, que ayudan a mejorar la circulación sanguínea. Esto es clave en días fríos, cuando el cuerpo tiende a contraerse y disminuir el flujo en las extremidades. - Sube el ánimo
Las bajas temperaturas y la falta de luz solar pueden influir en nuestro estado de ánimo. Una copa compartida, con moderación, estimula la liberación de endorfinas y nos ayuda a relajarnos, creando espacios de pausa y disfrute. - Acompaña comidas reconfortantes
En invierno cambian los sabores: buscamos preparaciones más intensas, caldosas, especiadas. El vino tinto, por su estructura y cuerpo, armoniza perfecto con esos platos. Carmenere, Cabernet o Syrah: cada cepa aporta un matiz distinto al maridaje de estación. - Cultura y calor humano
Tomar vino no es solo beber. Es conversar, mirar el fuego, escuchar música, detenerse. En días fríos, una copa puede ser una invitación a reconectar con lo esencial.
En Viña Peumayen, creemos en los ritmos de la tierra, en el valor de las estaciones, y en lo que una copa puede despertar en medio del invierno. Porque aunque afuera caiga la helada, siempre hay calor en una buena historia, una buena comida y un buen vino.